viernes, 30 de septiembre de 2011

Cuando todo lo que necesitas es una sonrrisa.

Aunque parezca mentira a veces el Alzheimer no es el único responsable de olvidos y despistes y lo digo con conocimiento de causa. Cuando llevo a mi padre a su Neuróloga para la revisión semestral solemos tener un íncómodo problema aparentemente sin importancia cuando la buena mujer comienza con las preguntas rutinarias del tipo "Pepe, ¿qué día es hoy?...¿en que mes estamos?...le voy a decir tres palabras y las tiene que repetir cuando yo le pregunte..." y el problema es que mi padre ha perdido casi el 100% de audición en un oido y el otro no lo tiene en su mejor momento, vamos que está bastante sorderas el hombre. Y claro, al pobre se le va poniendo cara de no estar cuando realmente lo que pasa es que no oye, así que ahí me ves a mí cada dos por tres recordando a la doctora que debe hablar más fuerte aunque le parezca que levanta la voz más de lo que mandan las reglas de buena educación.
El problema de mi padre o mejor dicho, del oido de mi padre, se remonta a finales de los años sesenta, cuando después de un gravísimo accidente laboral que no voy a contar porque es su historia preferida (si quieres oirla quedas con él que estará encantado de volver a repetirla) le quedó como única secuela una lesión en el tímpano que le hizo perder audición progresivamente. Ultimamente es más patente el problema, entre otras cosas porque ya tiene 78 años y la edad es lo que tiene, pero para él es un nuevo obstáculo que salvar porque a veces no escucha una frase entera y la va rellenando de lo que imagina que se ha dicho, con lo que contesta lo que a él le parece que es razonable y ahí empiezan los problemas, porque hay quíen piensa que está totalmente ido y lo que está es totalmente sordo. Y claro, a ver quién es el guapo que recuerda lo que no escucha, con lo que él piensa que ha perdido mucha más memoria de lo debido, se desespera y comienza con su retaila habitual "a mí es que el alzehimer éste me va muy deprisa...que yo me doy cuenta"...y claro, se nos queda un cuerpo de fiesta a todos de verle la cara que para qué.
Es en esos momentos cuando se debe de echar mano de una herramienta infalible para cortar de raíz los pensamientos negativos y volver al lado positivo de la vida: una sonrisa, sólo eso. No hace falta nada más para sacarlo del bucle en el que se ve inmerso, tan sólo hay que sonreir, porque aunque no te pueda oir o a veces entender si que ve y percibe y esa sonrrisa le tranquiliza poco a poco y le hace volver a la realidad de forma placentera.

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